Hola amigos de la
literatura,
Como ya sabrás, me
encanta la literatura de fantasía épica medieval, y no podía faltar la madre de
todas las sagas del género: El Señor de
los Anillos.
Se ha hablado
mucho sobre la obra, su simbolismo, la puerta que abrió a nuevas novelas… pero
hoy no quiero hacer una crítica ni una reseña. Hoy quiero recordar dos de los
discursos más épicos de este género: los discursos del rey Zeoden a sus jinetes
rohirrim antes de la batalla en Minas Tirith, la ciudad blanca; y el del rey
Aragorn a las tropas de Gondor y Rohan frente a la Puerta Negra de Mordor,
antes de una batalla «perdida», solo para ofrecer más tiempo a Frodo.
Solo de pensarlo
se me pone la carne de gallina, y me entran ganas de empuñar la espada y
cabalgar como un loco colina abajo gritando.
«Avanzad sin temor a la oscuridad, ¡luchad!
Luchad jinetes de Zeoden.
Caerán las lanzas, se quebrarán los escudos, aun restará la espada; rojo
será el día hasta el nacer del sol.
¡Cabalgad! ¡Cabalgad! ¡Cabalgad hasta la desolación y el fin del mundo!
¡MUERTEEEEEE!
Adelante Eorlingas»
Rey
Zeoden
«Seguid en posición, hacedles frente.
Hijos de Gondor, y de Rohan, mis hermanos: veo en vuestros ojos el mismo
miedo que encogería mi propio corazón.
Pudiera llegar el día en que el valor de los hombres decayera, en que
olvidáramos a nuestros compañeros y se rompieran los lazos de nuestra
comunidad. ¡Pero hoy no es ese día! En que una horda de lobos y escudos rotos
rubricaran la consumación de la edad de los hombres. ¡Pero hoy no es ese día!
En este día lucharemos. Por todo aquello que vuestro corazón ama de esta buena
tierra, os llamo a luchar.
¡HOMBRES DEL OESTE!
Por Frodo…»
Rey
Aragorn
Pero antes de irme,
me gustaría recordar la despedida de Gandalf el Blanco, antes de embarcar hacia
las tierras imperecederas del oeste:
«No
diré: no lloréis. Pues no todas las lágrimas son amargas.»
Un saludo y
gracias por leer estas líneas.
Iñaki A. Lamadrid
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